jueves, 19 de febrero de 2009



Crónica del Museo de Historia Nacional:El Castillo de Chapultepec

Después de visitar el museo de Arte Moderno, nos dirigimos al Museo Nacional de Historia. Para esto, tuvimos que subir por un largo camino durante mucho rato debajo de un sol agotador; en fin, después de mucho caminar, comer y reír, llegamos a la puerta del castillo. Al entrar vimos una banca en donde nos sentamos un rato porque estábamos muy cansadas. Al de reponernos, nos dirigimos a una puerta que pronto descubrimos que no era la del inicio del recorrido, por lo que tuvimos que buscar la entrada principal.

El Castillo de Chapultepec es la cede de lo que ahora es el Museo Nacional de Historia. Es una construcción del periodo virreinal (1785-1787) que fue diseñada como casa de descanso por orden del virrey de Nueva España Bernardo de Gálvez. Éste edificio se ha modificado muchas veces de acuerdo con sus usos a través del tiempo: fue sede del Colegio Militar y escenario de la batalla de 1847 contra el invasor de Estados Unidos de Norteamérica; posteriormente se le construyeron habitaciones en el segundo piso. Durante el segundo Imperio, fue el palacio de Maximiliano y Carlota; cuando se restableció la república, el presidente Sebastián Lerdo de Tejada lo destinó para residencia presidencial. Porfirio Díaz lo habitó por un periodo de 30 años, hasta que, en 1932 se le dio carácter de monumento histórico y patrimonio nacional. Finalmente, en 1944 fue destinado para funcionar como museo por Lázaro Cárdenas. El museo cuenta con dos partes: el antiguo Colegio Militar, en donde se muestran objetos e imágenes de hombres y mujeres que constituyeron el destino y la historia de nuestro país; y el Alcázar, en donde se ha conservado el sentido residencial que le otorgan los gobernantes: muestra, salones, muebles, habitaciones, joyas, pinturas y otros objetos que recrean ambientaciones de épocas que remiten a la vida cotidiana de quienes ahí vivieron “para mostrar un escenario de profundas reminiscencias por el paso en él de personajes hondamente burilados en el bronce de la historia” (dicho por los fundadores del museo). Un paseo por el Alcázar evoca no sólo la vida de aquellos personajes, sino los eventos e influencias históricas del país que tuvieron lugar durante el siglo XIX y los decenios de la Revolución.    

Lo primero que vimos al entrar por la puerta principal del Alcázar fue una maravillosa carroza que había sido utilizada por el emperador Maximiliano; estaba decorada con molduras de plata y bronce, esculturas de niños y ángeles, escudos imperiales y la inscripción “Equidad en la justicia”. Posteriormente, entramos por la sala introductoria en donde había vestidos y diversos objetos referentes a la época. Conforme 


fuimos caminando vimos diferentes salas y habitaciones como la sala de lectura, el salón de juego, el fumador, el salón comedor, el salón de té,  la recámara de Carlota, el salón de acuerdos, el salón de gobelinos, entre otros. En el salón de gobelinos podemos admirar dos retablos con las imágenes de Maximiliano y Carlota, así como dos pianos (uno francés y otro 


inglés) pertenecientes a estos dos personajes.

Después, nos dirigimos a la parte de arriba. Ahí vimos la recámara de Porfirio Díaz, el salón de embajadores, el despacho del presidente, etc… Algo que nos gustó mucho fue la galería de       emplomados, en donde hay toda una pared hecha de impresionantes vitrales que le dan una apariencia acogedora por la exacta cantidad de luz 

que proyecta hacia las habitaciones adyacentes. Otra cosa que nos gustó mucho es el enorme jardín de la planta alta. No podemos dejar de mencionar la terraza del Alcázar desde donde se 

observa una maravillosa vista. Al terminar el recorrido, nos sentamos en una banquita que estaba en  una terraza y nos dedicamos a observar a la gente. Finalmente, emprendimos nuestro recorrido de vuelta…


El museo está dirigido a todo tipo de personas interesadas en la historia de nuestro país. Actualmente, ya no se recorre por oscuros, laberínticos y aburridos pasillos, ya que los paneles fueron sustituidos por vitrinas transparentes y también desapareció mucha información errónea. Las personas dedicadas al museo no quieren que los niños y jóvenes lleguen a tomar apuntes y apuntes, dicen que el museo ya no es un libro, sino un motivador para la lectura. Por eso, la información es concreta y se dedica a exaltar las piezas. Como ya dijimos anteriormente, el museo tiene la intención de recrear el ambiente de las épocas que remiten a la vida cotidiana de los que ahí vivieron, y con esta renovación, lo lograron; lograron que el público no solo valla a copiar todo lo que dicen las cédulas informativas, sino que vallan y se sumerjan en la historia de nuestro país, que imaginen y recreen en su mente la vida de nuestros personajes…      

 

 

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